Copa Libertadores

Lágrimas, tensión y euforia en una noche a pura emoción azulgrana

Tres generaciones unidas por un mismo sentimiento, una misma expectativa y una misma esperanza que esta noche se transformó en realidad, ver a San Lorenzo campeón de América.

Aficionados del San Lorenzo animan a su equipo antes del partido por la final de la Copa Libertadores. Foto: EFE
Aficionados del San Lorenzo animan a su equipo antes del partido por la final de la Copa Libertadores. Foto: EFE

Tres generaciones unidas por un mismo sentimiento, una misma expectativa y una misma esperanza que esta noche se transformó en realidad, ver a San Lorenzo campeón de América.

Un club de 106 años de vida que esperó desde la primera edición de esta Copa Libertadores, en la que fue finalista, esta consagración para poder estar a la par de los otros grandes de Argentina como Boca Juniors, River Plate, Independiente y Racing Club.

"Es una emoción indescriptible. Mi abuelo se murió hace un año y no pudo esperar para ver a su San Lorenzo campeón de América. Pero acá estoy con mis tres hijos y mi nieto de apenas un año y medio para dar la vuelta por él", enfatizó Roberto con un mar de lágrimas en los ojos.

Cuatro horas y media antes del comienzo del encuentro, la marea azulgrana invadió el estadio Nuevo Gasómetro con su ansiedad por ver algo que se hizo esperar en el tiempo.

Los momentos previos fueron interminables y la fiesta, con espectáculo musical incluido, de la final de la Copa Libertadores no logró apaciguar esa tensa espera de más de 40.000 hinchas del Ciclón.

Con las referencias obligadas al Papa Francisco, símbolo y simpatizante más famoso del club argentino, el ingreso de los equipos al estadio fue la señal para comprender que la espera había terminado.

"Fui la mascota del equipo campeón en los años '70 y sufrió como nadie el descenso en 1981. Hoy estoy para emocionarme junto a mi hijo con este sueño que tengo hace muchísimo tiempo. Por favor no me falles", fue el monólogo en forma de rezo que dijo Mario antes de que el brasileño Sandro Ricci marcara el inicio del partido.

Los 90 minutos fueron lágrimas, tensión, gritos, cánticos, otra vez lágrimas, lamento... un sinfín de emociones no apto para personas con problemas cardíacos.

"Mi médico me llamó este mediodía y me dijo que por la situación de mi corazón no me convenía venir a la cancha y que no estaba preparado para emociones fuertes. La miré a mi esposa y le dije que si me moría viendo al Ciclón campeón de América me iba al cielo contento", fue el crudo relato de Atilio, un abuelo de 82 años ubicado en su histórica platea.

El gol de penal de Néstor Ortigoza despertó la euforia y la emblemática canción: "Vamos Sanloré, queremos la Copa" que retumbó en cada rincón de un estadio completo que pretendía revivir, en forma magnificada, lo que logró en la Copa Mercosur 2001 y Sudamericana 2002.

La salida del ídolo Leandro Romagnoli fue el preludio de la explosión máxima con el silbato final del brasileño Sandro Ricci.

Las lágrimas se multiplicaron, los gritos se potenciaron, los fuegos artificiales aparecieron y el 'Dale campeón, dale campeón' se hizo presente en la fría noche del Bajo Flores.

"Somos campeones de América y ahora vamos a Marruecos para ser los mejores del mundo. Ahora que venga el Real Madrid", era la frase desafiante de Marcelo mientras la plantilla azulgrana ensayaba la vuelta olímpica y recibía sus medallas y la Copa en el centro del campo de juego.

Los hinchas terminaron la fiesta en el Gasómetro y la salida tenía un solo destino: la emblemática esquina de las calles San Juan y Boedo, el lugar elegido para cada festejo de título de San Lorenzo.

"Nosotros no nos olvidamos de las raíces y esperamos al plantel en el lugar donde nacimos y nos criamos. El Obelisco es para los clubes sin identidad", enfatizó Federico en referencia al lugar que eligen otros equipos grandes para sus celebraciones.

La paradoja estaba escrita porque si bien la medianoche fría se hacía presente en Buenos Aires, los festejos por una primera Copa Libertadores de América que se hizo desear tanto acababan de empezar. Fernando Czyz. EFE

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