Messi ¿y un segundo 'Maracanazo'?

El último encuentro de un Mundial disputado en el legendario estadio Maracaná fue el partido más glosado de la historia: aquel eterno 'Maracanazo' de Uruguay a Brasil en la final de 1950. 

El jugador argentino Lionel Messi patea un balón. Foto: EFE
El jugador argentino Lionel Messi patea un balón. Foto: EFE

El último encuentro de un Mundial disputado en el legendario estadio Maracaná fue el partido más glosado de la historia: aquel eterno 'Maracanazo' de Uruguay a Brasil en la final de 1950. 

Muchas cosas han cambiado desde entonces en el coso carioca: sus 200.000 asientos se han reducido a 78.000 (más cómodos, eso sí), pero el estadio luce semivacío en gran parte de los partidos ligueros. Sus entradas alcanzan con frecuencia los 100 reales (33 euros), "y el fútbol" -como dijo recientemente el campeón del mundo Bebeto-, "es el deporte del pueblo. Un trabajador no puede pagar ese dinero por un partido". Es bastante habitual escuchar a jubilados cariocas decir que la profunda reforma del estadio para este campeonato, terminada en 2013, ha dejado un Maracaná irreconocible que ellos nunca visitarán.

Ahora, sin embargo, Maracaná vuelve a ser el centro del planeta (incluso no jugando Brasil). El primer recinto que acoge el reto del mejor jugador del planeta, Messi de convertirse en el mejor jugador de la historia del fútbol. La trascendencia simbólica de una eventual victoria argentina en el Mundial (un segundo 'maracanazo') sobre la literatura del deporte rey y la psicología de un país en plena revisión del papel que ocupa "o futebol" en su lista de prioridades sería insuperable. No existe escenario más adecuado en el planeta que el mítico Maracaná para que tenga lugar la primera (y también la última, si hubiese final) de esas siete pruebas.

La hinchada argentina ha sido desde la víspera dueña de las calles de la zona sur de Río de Janeiro, habiendo inducido una cantidad de titulares en la prensa mucho mayor a la de ninguna otra selección extranjera hasta el momento. La mayoría eran positivos ("Hermanos", tituló en primera el carioca O Dia), aunque en la víspera del partido una pequeña alteración del desorden público en Copacabana, junto a la Fan Fest de la FIFA, tuviese que ser reprimida por la policía con gas mostaza.

Se calcula que se desplazaron 50.000 argentinos a Río de Janeiro en los últimos días. La algarabía se recompuso rápidamente, y por la noche el albiceleste era un color preponderante en el paisaje urbano de Ipanema y Copacabana. En la vestimenta de los aficionados predominaban las camisetas de la selección y los disfraces: entre ellos, el del Papa Francisco, conocido hincha de San Lorenzo. Era imposible no ver un argentino en cada una de las filas de los supermercados de Copacabana; hasta a ellos les sorprendían los precios inflados de la 'cidade maravilhosa'.

Ocho horas antes del partido, los alrededores del estadio Mario Filho (Maracaná) eran ya una marea albiceleste. Cientos de vendedores ambulantes se aseguraban de que no faltase cerveza ni 'salgados'. Argentina figura en todas las listas de favoritos y sabe que la posibilidad de una final en el Maracaná con Brasil el 13 de julio constituiría uno de los acontecimientos deportivos más esperados de toda la historia.

Mauro Silva, el memorable mediocentro defensivo también campeón del mundo, destacaba hace poco "la enorme carga emocional" que soportan los "jóvenes jugadores brasileños" por la responsabilidad de evitar otro 'Maracanazo'. Quizá sea por eso por lo que Luiz Felipe Scolari haya dejado claro que en la concentración brasileña no se menciona esa palabra. 'Felipao' aseguró recientemente que no le asusta una final Brasil-Argentina. Mauro Silva discrepa: "Como exjugador y aficionado brasileño, mi primer deseo cuando comienza un Mundial es que Argentina se vaya a casa cuanto antes". EFE

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