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Perfil: Boca, un equipo con la impronta de Falcioni

Falcioni selló a fuego su nombre entre los entrenadores que aportaron una estrella al palmarés del club más popular de Argentina.

Los jugadores de Boca Juniors celebran al coronarse campeón luego de vencer a Banfield. Foto: EFE
Los jugadores de Boca Juniors celebran al coronarse campeón luego de vencer a Banfield. Foto: EFE

Falcioni selló a fuego su nombre entre los entrenadores que aportaron una estrella al palmarés del club más popular de Argentina.

Un portero con experiencia y voz de mando, una defensa rocosa y un centro del campo con gran capacidad de desdoblamiento han sido los tres pilares con los que Julio César Falcioni construyó la versión 2011 de Boca Juniors que logró el vigésimo cuarto título de campeón del fútbol argentino.

A los 55 años, 'Pelusa' Falcioni selló a fuego su nombre entre los entrenadores que aportaron una estrella al palmarés del club más popular de Argentina, tras un comienzo de ciclo marcado por algunas derrotas e incógnitas sobre su relación con la máxima figura del equipo, Juan Román Riquelme.

El entrenador llegó al Boca a finales de 2010, en sustitución de Claudio Borghi, con el antecedente de haber conducido un año antes al Banfield a la obtención del único título de su historia y el desafío de revertir en su nuevo equipo una sequía de dos años sin vueltas olímpicas.

Su debut oficial con la formación auriazul, en febrero pasado, no pudo ser peor: 1-4 ante el Godoy Cruz en 'La Bombonera'.

A reproches por discretas actuaciones y magros resultados Falcioni respondió con trabajo y una decisión que se convirtió en todo un mensaje para sus dirigidos: al tercer partido prescindió por cuestiones tácticas de un Riquelme que venía de sufrir constantes problemas físicos.

No era digna de su historia la campaña del Boca hasta la novena jornada del torneo Clausura 2011, cuando el equipo cosechaba ante el Lanús su quinta derrota (2-0) y los hinchas cuestionaban a dos refuerzos que Falcioni había pedido especialmente: Leandro Somoza y Walter Erviti, su estratega dentro de la cancha en el Banfield.

Pero a partir de un sufrido empate en casa 3-3 ante el Tigre en la décima fecha, el Boca comenzó a cimentar su actual racha de 27 partidos sin perder, la segunda mejor marca de la historia del club aunque todavía lejana a la de 40 encuentros imbatido que permaneció el equipo de Carlos Bianchi entre 1998 y 1999.

Boca terminó séptimo en el Clausura pero con la convicción de que se estaba pergeñando un equipo que, ya sin el retirado goleador Marín Palermo, con algunos retoques podía estar para grandes cosas en el segundo semestre del año.

El club le sacó jugo al mercado de traspasos al fichar a tres puntales de la actual campaña: el portero Agustín Orión, el zaguero de 38 años Rolando Schiavi y el delantero Darío Cvitanich.

Y acertó un pleno. Orión, que ya sabía lo que era ser campeón con el San Lorenzo y el Estudiantes, aportó tranquilidad y experiencia; Schiavi, en su segunda etapa, manejo de vestuario y solidez defensiva, y Cvitanich, un viejo conocido de Falcioni que venía de jugar en el Ajax holandés y el Pachuca mexicano, dio goles claves.

Un tanto de Erviti, justamente, permitió que el Boca venciera en 'La Bombonera' por 1-0 al San Martín de San Juan en la sexta jornada y se trepara a la cima del Apertura, de la que nunca se bajó.

Con un inspirado Riquelme, ya en su rol de capitán y líder espiritual y futbolístico del equipo tras la retirada de Palermo, el Boca comenzó a pasearse por el torneo hasta que en la undécima jornada ocurrió un hecho bisagra en su campaña.

Durante el partido con Belgrano, el Boca se quedó por una grave lesión en la rodilla izquierda sin Lucas Viatri, el heredero de Palermo, y sin Riquelme, afectado por una inflamación en la planta del pie, y días después perdió a Cvitanich por un desgarro muscular.

Sin su tridente ofensivo, Falcioni apeló a los canteranos Cristian Chávez, Pablo Mouche y Nicolás Bandi, y el equipo jugó su mejor partido en la ciudad de Santa Fe ante el peligroso Colón, al que superó por 0-2 con dos goles del último de los mencionados.

Allí radicó la enorme fortaleza del Boca: nunca se quebró como equipo pese a las adversidades y con una gran solidaridad colectiva supo disimular no sólo las ausencias de Riquelme y Viatri, sino incluso la del prometedor Blandi, que tras marcar cuatro goles en dos encuentros también salió por lesión.

A falta de dos jornadas para el fin, el Boca acaba de coronar un certamen con números irrefutables: 17 partidos jugados, 11 ganados, seis empatados, 22 goles a favor y sólo cuatro en contra.

Cierto sector de la prensa deportiva y algunos jugadores del medio local, como el colombiano Teófilo Gutiérrez, han intentado descalificar el paso por el Apertura del Boca al considerar que el equipo no ha marcado muchos goles y carece de brillo.

Queda claro que, más allá de gustos futbolísticos, este Boca modelo Falcioni minimizó a sus rivales y convirtió a esta definición del torneo en una de las más previsibles de los últimos años. 

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